Septiembre 2025
Muchos de vosotros ya conocéis a Molsa, nuestra jack russell de 16 años, una más de Tecacan. Para quienes no la conocéis, solo diremos que es la perra de la casa y que, con los años, se ha convertido en mucho más que una compañera: es una observadora silenciosa que nos recuerda qué significa convivir con un perro.
Convivir con Molsa nos ha enseñado que tener un perro no es tener una mascota como quien tiene un objeto en casa. Es vivir con un ser que entiende el mundo a su manera. Ella interpreta olores donde nosotros solo vemos objetos. Sabe quién ha entrado en la tienda antes de que levantemos la vista. No entiende nuestros horarios, pero comprende perfectamente cuándo le prestamos atención o cuándo estamos ausentes.
Y aquí radica la responsabilidad: respetarla por lo que es. No proyectar en ella lo que quisiéramos nosotros, sino entender que su felicidad pasa por cosas muy sencillas: paseos, contacto, rutina y afecto. Ver cómo Molsa disfruta de cada rincón conocido de la calle o cómo busca un lugar tranquilo para descansar es un recordatorio constante de que la tenencia responsable no es solo salud física, sino también bienestar emocional.
Cuando aceptamos esto, convivir con un perro como Molsa se transforma en un aprendizaje constante sobre la importancia de la coherencia, la paciencia y la presencia.
