Octubre 2025
De hecho, convivir con un perro —sea Molsa o cualquier otro— es un acto de humildad. Nos recuerda que compartimos la vida con un ser que percibe el mundo de una manera diferente: a través de olores, gestos y silencios. No hace falta que entienda nuestras palabras para saber si estamos tranquilos o tensos; lo percibe, y responde a su manera, con su propio modo de amar.
Por eso, amar a un perro no es hacerlo parte de nuestra vida como si fuera una persona, sino comprenderlo desde su naturaleza. Los perros no necesitan que proyectemos en ellos nuestras emociones, sino que les ofrezcamos estabilidad, claridad y afecto real. La tenencia responsable empieza aquí: en el respeto y en la coherencia de nuestro comportamiento.
Cada día con ellos es una oportunidad para aprender. Nos enseñan que la comunicación no siempre pasa por las palabras, que la rutina puede ser fuente de bienestar y que la presencia —simple y sincera— vale más que cualquier intento de complicar lo que es sencillo.
Quizá esta sea la verdadera lección que nos deja la convivencia con los animales: que cuidarles bien también es cuidar la manera en que nos relacionamos con todos los seres que nos acompañan.
La responsabilidad no consiste solo en atenderlos, sino en ofrecerles el mejor entorno para crecer sanos y tranquilos. Por eso, en Tecacan apostamos por un servicio veterinario a domicilio que respete su espacio y reduzca el estrés: una forma más amable de entender su salud.
